24.5.06

Cien de Cien


Las 8 de una noche, tiempo odioso que se deja medir, que se deja convertir en una necesidad palpable, la gente y los autos, las luces y la basura, los olores van decayendo a medida que lo humano toma el lugar de la luz natural.

Comienzan los roces, los choques, las miradas poco tímidas, todos comienzan a ser más, sin perturbación alguna que provenga del miedo, sin miedos que emanen de la visibilidad, de la evidencia.

Se hacen tenues las formalidades y aquello que debe ser en el día. Luego está el despertar con las cabezas que caminan y de las cuales se dilatan cuerpos pendulares entrevistos o imperceptibles. En las cabezas los ojos como seres con vida propia que andan por ahí y se mueven en un tiempo individual.
Coincidimos en el micro, somos todas mujeres, paradas, preñadas, colgadas de las barras, mirando a los hombres que van sentados y esquivan nuestras miradas imprecantes o ni se dan cuenta de nuestra aparición.

Todas sintientes, ante todo seres que sienten. Cerca de ellas lo único que puedo percibir es esa bruma invisible que lo envuelve todo, que permite sentirse cuerpo ante todo.
Ellas sienten como lo primero, y ante todo en los pies, sientes en esos pies que viajan apuntando hacia el suelo, ese suelo que traspasa y se va, todo quiere traspasar por simple placer, ese suelo que corre bajo el bus a no sé qué velocidad. Sienten los brazos que cargan bolsas, negras o transparentes, eso ya dependiendo la disponibilidad, la valentía o el descaro. Aquellas que llevan manzanas las muestran, cuelgan de sus
pendientes brazos las bolsas translúcidas como cristales gelatinosos que encierran corazones bermellones, otras que llevan choclos y papas
cosechadas, también chompas y abrigos pesados dentro de las bolsas, esta vez negras; las hay que
llevan carne y fideos, o bolsas repletas de bolsas, cargas dentro de más cargas.
Una de seis lleva tacos, una de cinco, falda, una de cuatro un plato de plástico con comida, expuesto a manera de bandeja, una de tres lleva
un frasco con tapa roja con quiénsabequé, líquido y blanco mal escondido en su pequeña mano, una de dos ofrece ayuda a la que lleva el plato, una de cuatro la rechaza, dos de seis se miran y gesticulan, cinco de seis piensan en algo lejano al lugar, al tiempo y al pensamiento, cinco de seis emanan calor, todas perfumadas a su modo, inquietas según su estilo, dos de seis miran, una
de veinte lleva un libro, dentro o fuera, seis de veinte llevan un hijo, fuera o dentro.
Una de seis pone su peso en las piernas de la otra para pararse, pero en verdad no lo hace con todo su peso, ni porque le falte fuerza para hacerlo, si no es para tocar, para sentir al otro, a la otra, para invadir espacios, maternal, sensualmente, quiénsabeporqué y seis de seis se despiden ‘hasta
mañana’, con un optimismo tácito, sin pesares ni existencialismos ni vértigos por la noche que separa al encuentro del día muerto ya, el que están matando, no se sienten asesinas.
‘Hasta mañana’, todas sonríen con bocas hermosas según su laya, según su creación propia, mujeres hechas, maltrechas, todas son hermosas, casi todas, con grietas en la cara, con polvos y barros de color, todas con y sin cabellos, con o sin candor se miran.

Alejandría

1 comentario:

johnn dijo...

h me gusto todo quisiera que me manden mas para dedicarle a una chica x fa ok chau hay nos cheques